Para odiar no tengo tiempo
ni para tonterías,
tampoco para la culpa e hipocresía
y menos para la tristeza
que me producía
el quedarme enganchada,
sin quererlo muchas de las veces,
en penas ajenas
y vidas,
que ni tan siquiera eran mías.
Para odiar no tengo tiempo,
ni ganas, ni medios días.
Nada queda para el odio
ni para la envidia.
Todo para sanar la tierra
y, en ella, a mí misma,
viendo feliz,
contenta y agradecida,
cómo la Paz para siempre reina
en todas mis vidas;
también en mi propia conciencia
como una recién nacida.
ni para tonterías,
tampoco para la culpa e hipocresía
y menos para la tristeza
que me producía
el quedarme enganchada,
sin quererlo muchas de las veces,
en penas ajenas
y vidas,
que ni tan siquiera eran mías.
Para odiar no tengo tiempo,
ni ganas, ni medios días.
Nada queda para el odio
ni para la envidia.
Todo para sanar la tierra
y, en ella, a mí misma,
viendo feliz,
contenta y agradecida,
cómo la Paz para siempre reina
en todas mis vidas;
también en mi propia conciencia
como una recién nacida.