Todavía no he hallado la respuesta a la pregunta: ¿uno elige la poesía y se convierte en poeta o la poesía elige a uno y le convierte en poeta?
Me pregunto si todas estas palabras que habitan en nosotros,¿anidaron allí dentro siguiendo algún criterio palabresco que sólo ellas, las palabras, entienden o las hemos coleccionado nosotros?
Sea como sea, una cosa sí es cierta, es a nosotros a quien necesitan las palabras.
Una palabra no nace, no sale a la luz hasta que nosotros no la escribimos o pronunciamos. Entonces la palabra nace y cobra su significado.
Pero, como nada es como parece, el asunto se vuelve complicado. Cuando descubrimos ese nido de las palabras sentimos una necesidad de sacarlas fuera y a través de nuestra mano guiando un lápiz las vamos depositando sobre el papel. Y no es fácil decidir qué palabra vamos a sacar. No nos sirve cualquiera y por eso removemos y removemos ese nido, buscamos una que vaya bien acompañada con otras dos que ya nacieron y vemos que no nos sirve y buscamos otra. Es entonces cuando vemos que las palabras son unos seres indomables, que no se dejan someter.
Así empieza una batalla, domar las palabras para colocarlas en un verso. Eso nos lleva noches sin sueño, papeles arrugados, innumerables cafés y ceniceros llenos. Hasta que nace el poema, lo que provoca otro tipo de complicaciones. Cuando el poema es leído por alguien cercano al oligarca, o al tirano o al déspota del turno te conviertes en el enemigo del régimen. Donde tú viste el águila volando por el cielo azul, el régimen entiende que criticas la falta de la libertad. Cuando dices que no hay amapolas porque no hay campos del trigo, el régimen se siente acusado por el hambre que pasa el pueblo, y cuando añoras las manos de tu madre acariciándote, te acusan de promover intereses del país enemigo y lo único que te queda es escapar y convertirte en exiliado.
Y entonces allí donde estés empiezan anidarse dentro de ti unas palabras nuevas, totalmente diferentes de las que has utilizado hasta hora. Descubres un universo de palabras nuevas nuevo y las quieres aprender, dominar, utilizar. Con el tiempo dejas de remover aquel primer nido y una telaraña empieza a cubrir las palabras con las que creciste. Un día te das cuenta de que las estás perdiendo y decides escribir algo para ir removiendo aquel primer nido. Pero algunas ya no están y algunas te cuesta encontrarlas. Entonces intentas hacerlo con las palabras del segundo nido y ves que no las dominas como tú quieres y te das cuenta de que estás en tierra de nadie.
Neno Stamenkovic.