No eres nadie.
Nadie, no eres nadie.
Tú, que tanto diriges,
que tanto dispones,
que tanto te vanaglorias
de someter naciones.
Nadie, no eres nadie.
Porque nadie son todas
las personas que olvidaste.
Y tú, ni de eso,
eres digno de nombrarte.
Nadie, no eres nadie.
Tú, que tantas veces
renegado, renegaste,
de la vida, de tu prójimo,
para que te vendiera su sangre,
sangre que ahora se espesa
en tu corazón insaciable.
Nadie, no eres nadie.
Tú, que tanto firmaste.
Tú, que conseguiste
hacer de la austeridad arte,
yace ahora tu cuerpo
más que muerto, exangüe.
Y di, dinos a todas
de qué valió empecinarte,
ahora que ya sólo
tú mejor recuerdo
es olvidarte.
Seguro que el autor de este poema -Isidoro Fernández Díaz-, de su libro "Entrerrejas", pensó en otra cosa al escribirlo pero hoy, lo comparto con ustedes, a modo de "elegía" -que no de "elogio", obvio- por la noticia -que ya tardaba en hacerse pública- del fallecimiento "oficial" del tal Bergoglio.
Uno menos podría decir, hablando claro. Pero mi bondad me ayuda a no alegrarme en plan chungo por tal evento. Aunque tampoco lloro amargamente por ello. Aunque okupa y cascarones vacíos, quizá alguna vez aprendan que no se puede usar "el nombre de Dios en vano", y menos el de su Santa Madre. En fin... Un día más y... "uno menos", como digo. Y aún así, no se puede quejar, pues le dedico estas palabras de adiós gracias a la generosidad del autor que para su uso público gratuitamente las comparte.
Ana Ananda 🕊️
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