El azul del cielo en la preciosa tarde
y, en el ocaso, nubes iridiscentes
de colores suaves,
los rayos dorados del sol bailando
en el horizonte,
la blanca luz de la luna,
la multicolor de las estrellas fugaces,
el olor de los pinares...
el nuevo azul de algunos ojos
pardos, marrones, castaños,
que miran a otros con cariño,
sin ningún tipo de desengaño,
el Arte;
un rosal de mil flores
o el violeta o el morado,
el rojo sangre de los enamorados,
el amarillo tiznado de los dulces plátanos
o los tonos ocres y verdes de los mosaicos
singulares
de la naturaleza:
todo con su color de nombres propios
e independientes
como el verde coral
o el color vino,
el violeta irisado
o el púrpura vivo o cenital
según el camino, según la hora.
Color oxígeno.
Suficiente razón para
negarme a igualarme,
compararme, generalizarme,
juzgarme, aislarme,
etiquetarme, encasillarme.
Hay diferencias incluso
entre las maravillosas estrellas,
las hay del cielo, de mar
e incluso
de tierra,
aunque su origen sea sencillo
y quizá se debiera
a verse aquí reflejado
tan bello ser
a través de la madre atmósfera.
Colores únicos y alucinantes
que hacen de este hermoso planeta
algo grandioso e importante:
juguemos a respetarle.