Cómo pude estar tan dormida, madre mía,
cuando estaba tan dormida.
Y cómo pude seguir estando dormida
cuando me creía más despierta.
Cómo pude estar tan ida,
tan profundamente dormida.
¿Y fue sólo en esta vida?
Cómo pude acumular tantísimo dolor,
tantísimos eones y eones de sufrimiento,
innecesario la más de las veces,
infausto otras.
Tanto cansancio. Tanto veneno.
Cómo pude, madre, cómo pude.
Profundamente arrepentida
hinco en la tierra mis rodillas.
Me siento.
Las hinco profundamente arrepentida.
Por mi y por todos los que no se arrepienten.
Por mi y por todos los que no son todavía conscientes.
Porque...
aunque estaba y estuve dormida...
la esperanza siempre latió y late en mis sienes.
El valor siempre late en mis venas.
El amor siempre late en mi corazón unido al de la Tierra.
Porque hoy es un nuevo día,
un nuevo día sin condena.
Un nuevo día en el que dejo,
final y felizmente,
que se disuelva mi pena.
Esa pena larga, grande, oscura;
unas veces serena y otras violenta
mas siempre dura,
muy dura, tremendamente dura,
que me ha forjado a fuego,
que a fuego me ha hecho mujer conciencia,
que a fuego ha forjado el metal y, a la vez,
ha fundido los eslabones de las cadenas,
de esas enaguas rosadas y también las de color crema,
de esos bordados almidonados, de esos tiempos que ya vuelan.
Una pena y un dolor que han sesgado en mi, para siempre, la violencia.
Libre de todo odio ya no la creo, ni la sostengo ni le permito su existencia
para dar ya paso a la paz que en mi navega.
La Paz.
Mi eterna razón de ser. Mi inmaculada vela.
El bastión irreductible de esta bien forjada fortaleza.
El Amor se hace presencia en mi. Mi divinidad se manifiesta.
Por esas rendijas del alma. Esas que ya se aquietan.
Por esas ventanas preciosas por las que la vida se acerca.
Paz para todos los seres. Paz también para mi misma.
Paz para toda vida. Paz para la Madre Naturaleza.
Paz para todas las naciones de este maravilloso planeta
que ahora y para siempre es mío,
llamado Tierra.
Delegar. Decían...
No podía.
Ahora entiendo.
No debía.
Nada enferma.
¿Cómo pude madre, cómo pude olvidarme?...
Ahora ya sé que mi compromiso es constante.
Que nada ni nadie puede dificultarme.
Que no hay necesidad de disfrazarse,
que todos los días no son carnavales.
Que el esfuerzo, ahora amado, me atrae los avatares.
Que el destino se torna, para conmigo misma, melodioso y amable
para con esta niña que ya se ha hecho en mi, como mujer, algo grande.
Que Dios me ama. Que es lo importante.
Que así yo puedo también amarme.
Y a mis semejantes.
¿Semejantes?
Paciencia tengo y recibo para esperarles.
Mientras tanto, construiré de nuevo verdes valles.
Deliniaré sin polución
cielos infinitos, abiertos, nubes blancas, limpias aguas.
Sin maldades.
Diseñaré inagotables fuentes de agua potable para que nadie,
ni ningún niño, pasen de ella hambre.
Destruiré con mi hermosa mano las armas y lo que no es utilizable
para hacer de este mundo un sano valle.
que esta vez no sea de lágrimas sino de risas y sonrisas constantes,
de niños a los que no se les viola,
de respeto entre padres y madres.
De ciudades sin muros, sólo con bellas cortinas y pacíficas calles.
Ese nuevo amanecer, esa nueva Atlántida,
en honor de los que de verdad me acompañan y ayudan a que sane.
Al que le parezca aburrido recordarle...
que existen naves espaciales.
Que a buen entendedor con pocas palabras bastan.
Que casi todo es cuestionable.
Mientras...
se rehielan los polos y se frena el calentamiento global.
Sólo lo bueno cabe.
Mientras, se cambian los plásticos por otras materias descontaminantes.
Mientras, la raza humana, ya bajo mi guía,
deja de dirigirse hacia la completa destrucción, hacia la ruina.
Cambio el odio por amor, el dolor por alegría.
Que es del género tonto pensar que es un verdadero buen negocio la industria armamentística.
O la farmacéutica o algunas que otras revisables que no facilitan.
Y como a veces dicen que una imagen vale más que mil palabras,
espero que os gusten estas pintadas.
Sigo siendo la niña del columpio.
Ojalá que de nuevo enamorada.
Anna.
20.4.17