A esos niños que lloran en las aceras
en esas que no son de grava ni cemento
porque ni siquiera son aceras.
A esos niños que se duelen sin reclamar nada
casi desnudos ante una vida
que, por causa de todos, no les ampara.
A esos niños que gimen
con la esperanza truncada
con más hambre que la propia hambre,
con almas desconsoladas.
A esos niños que bordean
el "altar" de las democracias,
que quedaron sin padres, familiares, amigos
fruto de industrias de armas y...
"consentidas" mafias.
A esos niños que han de trabajar temprano
en condiciones más y más que precarias,
a esos niños que claman por nuestra ayuda
sin saberlo y sin mediar ni una palabra.
Por ellos alzo mi pluma en esta abierta ventana.
Por ellos pido a la gloria soluciones de matriarca.
Que cesen las guerras, los abusos y las razias.
Que cada lágrima que a partir de ahora viertan
se convierta para ellos en experiencias sanas
que les alegren y, en la medida en que se pueda,
les restauren la inocencia arrebatada.
Que sepan que no están solos:
que yo hoy los acojo en mi alma.
Lo mejor para ellos también ha sido
es y será
parte de mi camino
en mi luz como mujer
ahora más en calma.
Con mi paisano el gran Miguel Hernández
declamo estas palabras.
Deseo que alguien las oiga
y se ponga manos a la obra.
La obra que no está hecha,
la obra de la que no se habla:
la de hacer una raza de "humanos"
en vez de
-y con perdón de la expresión para ellas-
de ratas.
Por esos niños del hoy
y por los del mañana.
También por los que fueron y son
y por los que abrieron ya sus alas...
Anna.
(Ana M. Gª Contreras).
Niños refugiados por causa de la guerra de Siria.